El temido Atila, Rey de los Hunos, partició en numerosas batallas a lo largo de su vida.
Sin embargo, no encontraría la muerte en ninguna de ellas, sino en el lecho conyugal. Según el historiador Prisco, a principios del año 453 celebró su matrimonio con una goda, Íldico, y durante su noche de bodas tuvo una hemorragia nasal de la que no se percató.
Así, nunca despertó de su sueño y amaneció muerto, por lo que sus guerreros decidieron cortarse el pelo y herirse con sus dagas en señal de luto. Y es que uno de los reyes más violentos de la historia había muerto en la cama junto a su joven esposa, no armado y luchando como quizás le hubiera gustado.