Se sitúa en el archipiélago de Svalbard, al norte de Europa.
Su soberanía es noruega, aunque la ONU aún no lo reconoce como tal, lo que provoca que existan varias reclamaciones relacionados con los derechos pesqueros en la zona.
Pero más allá de ello, estas pequeñas islas situadas en el oceáno Glacial Ártico cuentan con una población de poco más de 2.500 personas.
Su capital es Longyearbyen, una pequeña ciudad con discoteca, piscina climatizada, iglesias, colegios, hoteles, restaurantes u hospitales, pero sin cementerio.
Y es desde hace 70 años no ha enterramientos en ella.
Esto sucede por el mencionado extraño estatus político de las islas, lo cual permite ciertas licencias y libertades en su territorio.
En el caso de los decesos es una historia que viene de muy atrás, cuando a principios del siglo XX unos científicos desenterraron los cuerpos dde unos marineros que habían fallecido por gripe, ya que el suelo congelado de las islas había conservado el virus en sus cuerpos.
Gracias a ellos lograron crear una vacuna contra la pandemia originada en 1918 y descubrieron que los cadáveres estaban perfectamente conservados gracias a la capa de hielo que se había formado alrededor de los ataúdes.
Esta noticia provocó que surgiese una ‘moda’ en las localidades próximas de enterrarse en la capital con la esperanza de que en el futuro se pudiesen desenterrar los cuerpos prácticamente intactos para que los supuestos avances de la Ciencia les devuelvan la vida.
Tal fue la avalancha de peticiones de enterramientos que a los responsables del archipiélago no les quedó otra que prohibir hace 70 años que la gente fuera enterrada allí y cerrar los cementerios.
Así, si alguiente muere en Longyearbyen el cuerpo es enviado a Noruega o el país de origen de la persona en aeroplano.
E incluso está prohibido crear rampas para ciudadanos con discapacidad o minusválidos, con la idea de dificultad su estancia allí y así evitar que mueran en su territorio. .
