¿Qué eran los murciélagos-bomba?

Ni más ni menos que lo que su propio nombre indica. En los años ’40, en plena Segunda Guerra Mundial, el ejército de los Estados Unidos se dio cuenta de que los bombardeos más eficaces eran los que se hacían de noche, así que se les ocurrió una idea peculiar: fabricar bombas de muy pequeño tamaño para que fueran transportadas por murciélagos, como si fueran palomas mensajeras.

Estos animales serían soltados en cajas desde un avión y, en teoría, acudirían por instinto a las cercanías de los edificios, donde su pequeña carga de napalm, dotada de un temporizador, estallaría sola. A mil murciélagos por caja, cabían 200.000 murciélagos en el aeroplano, lo que suponía una potencia de fuego sensiblemente mayor que en los bombardeos convencionales.

El plan parecía brillante, y los americanos estuvieron un tiempo intentando desarrollar el proyecto, pero al final lo desestimaron por varios motivos: el alto coste, algún accidente durante las pruebas, y, sobre todo, porque los murciélagos son animales salvajes, incontrolables, que acaban yendo por donde quieren y explotando en los lugares más insospechados. En todo caso, poco después el ejército norteamericano desarrolló un arma mucho más efectiva que canceló definitivamente el plan: la bomba atómica…

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